jueves, 25 de abril de 2024 06:38h.

Queremos mujeres libres, no valientes

Siendo muy joven conocí a una mujer cuya historia y fortaleza con la que afrontó una situación personal muy dramática, me impactó tremendamente. Salió de su pueblo hacia otro dónde no la conocían, sola con dos niñas pequeñas.

Vestía de negro y a través de su mirada ya se veía que llevaba mucho sufrido. Más tarde conocí los detalles de su calvario.

Al principio todos creímos que se trataba de una joven viuda que había llegado a buscarse la vida y un futuro para sus hijas. Pronto supimos que venía de un pueblo cercano dónde había vivido desde que se casó con su marido y sus dos hijas.

Supimos que las palizas eran tan fuertes y frecuentes que cada día pensaba que era el último de su vida. Las violaciones, todas las noches, por supuesto en silencio y callada, sin defenderse, sometida para no hacer el menor ruido que pudiese despertar a sus niñas.

Cuando se armó de valor para denunciar a su marido y dejarle, tuvo que enfrentarse a otro tipo de maltrato, el de una sociedad que despreciaba a la víctima, acusándola de ser la culpable de haber roto con un matrimonio honrado y decente, privando a sus hijas de un padre.

A la vista de que no pudo rehacer su vida en ese pueblo, decidió marcharse a otro con sus dos hijas. Fue muy duro, eran los años 80, pero lo logró.

A todos nos estremecía cuando contaba cómo era juzgada como la responsable de la ruptura, una puta que quería más cosas de las que su marido le podía dar. Alguien que aguantó en silencio mucho tiempo, pero que tuvo el valor de denunciar finalmente.

Con el paso de los años, y con mi militancia en el Partido Socialista, sinceramente creí que este tipo de cosas ya no volverían a ocurrir.

No es no

Hoy, veo en la sentencia por la violación a una mujer, agredida sexualmente por cinco hombres, una interpretación muy parecida de los hechos, que la que tuvo que soportar aquella otra mujer.

Jamás creí que tantos años después tendríamos que ver como la víctima es juzgada por su comportamiento ante los agresores, diluyéndose en la sentencia la verdadera razón de la denuncia.

Al principio pensé, que nada había cambiado, que todo seguía igual. Pero pronto me di cuenta de que algo muy importante ha cambiado desde entonces, y es que el conjunto de la sociedad, hombres y mujeres, han salido en masa a la calle a decir que ahora ya no se tragan las milongas que les quieren contar. Que no es no, aquí y en Roma. Y que callarse no es un cheque  en blanco para el agresor.

Todos los agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, recomiendan que, en caso de agresión, la víctima ejerza la menor resistencia posible, para tratar de minorar el daño que puede causar el agresor. Parece que esto es admisible sólo según qué casos.

Si para que creamos a una mujer o a un hombre que es sometido a una violencia extrema, es necesario convertirnos en héroes y heroínas, plantar cara, sin duda que los cementerios empezaran a estar llenos de hombres y mujeres valientes, pero muertos, que se enfrentaron a sus agresores hasta el último momento de sus vidas.

Quiero ser libre, no valiente

Todo esto me ha hecho reflexionar y pensar en una pancarta que mi hija tiene en su habitación y que lleva el lema "De camino a casa quiero ser libre, no valiente".

Esta sentencia está pidiendo a las mujeres que sean valientes, que se enfrenten a sus agresores con uñas y dientes, si quieren ser después merecedoras de un respeto y consideración por parte de la justicia, cuando valientemente denuncien.

Es cierto que es necesario cambiar la legislación para que el Poder Judicial no tenga rescoldos para argumentar una sentencia como esta.

Pero también es cierto, que nunca será posible plasmar en una Ley, en este caso La Ley Orgánica del Poder Judicial, tantos supuestos, con todos sus matices, como tiene la vida y los sucesos que ocurren a lo largo de la misma.

Por tanto, cambiemos la Ley, tal y como ya ha pedido el PSOE en una proposición de modificación de la Ley orgánica del Poder Judicial, que va encaminada a la formación del poder judicial para hacer una interpretación más correcta y protectora de las leyes contra el machismo.

Pero, sobre todo, cambiemos las actitudes machistas que subsisten en el seno de algunas instituciones cuyo fin principal es velar por la seguridad de las personas. Las instituciones deben ir en paralelo a la sociedad y no en su contra.

Secuestrando la Libertad

Juicios que convierten a las víctimas en las culpables; Obras literarias censuradas y secuestradas; Publicaciones de humor denunciadas y secuestradas; Obras de arte censuradas y secuestradas; Músicos tratados como criminales y encarcelados; La Ley Mordaza...

Casi ocho años de un Gobierno Central del PP, ha sido suficiente para secuestrar y encarcelar algunos de los principios fundamentales de nuestra Democracia, el "Derecho a una Tutela efectiva de los Jueces y el Derecho de Libertad de Expresión".

Es necesario parar este retroceso de nuestras libertades, es necesario que las mujeres de vuelta a casa se sientan "Libres, no valientes", se lo debemos a nuestras hijas y a todas las mujeres.

Francisco Rubio Delgado
Secretario de Organización del PSPV-PSOE en la provincia de Alicante