Miradas de mujer
Cuando uno vuelve a revisar esos libros que le han marcado a lo largo de su vida, encuentra esas historias que en muchas ocasiones hablan de amor entre personas, y que unos de los principales desencadenantes de esas experiencias románticas comienzan con una mirada de mujer.
Los ojos y por extensión la mirada que éstos producen, han recreado verdaderas situaciones o momentos de un gran romanticismo que han llenado páginas y páginas de la literatura universal.
Neruda, Benedetti, Gala, Sepúlveda, García Márquez y tantos otros escritores del amor; han plasmado en sus textos o poesías esas miradas protagonizadas por mujeres y que han llegado a derrumbar las voluntades de muchos hombres.
Los ojos y la mirada, en muchas ocasiones, ha sido el primer paso, el comienzo para que dos seres puedan vivir una historia de amor o desamor.
Como en el libro de "El cartero de Pablo Neruda", cuando el cartero que cada día le llevaba la correspondencia al poeta chileno, se enamora de la tabernera de la isla y la madre de ésta le prohíbe ver a su hija porque le parecía poca cosa. El hombre enamorado le dice a Neruda: "si no puedo verla para qué quiero mis ojos". Una frase cargada de simbolismo, un hombre dispuesto a renunciar a algo tan preciado como la vista, porque no puede ver a la mujer que tanto ama.
El chileno Luis Sepúlveda, también y de una forma magistral nos cuenta en su libro "La lámpara de Aladino", otra historia donde el protagonista renuncia a ver con sus ojos todo lo que hay a su alrededor, por la angustia de un amor no correspondido y que le hace mucho daño.
"Jan Skerenson apareció una mañana de lluvia, pidió un cuarto que no mirara a ninguna parte, una caja de botellas de cachaza, pagó cuarenta días por adelantado, y declaró que no debía ser molestado porque estaba en cuarentena de amor."
Qué hermoso extracto: Cuarentena de amor. Uno cuando sufre el llamado mal de amores, ¿puede aislarse y poner a buen recaudo sus sentimientos y sus ojos, apartándolos de personas y cosas?... la verdad que yo no lo sé, pero el hombre enamorado del libro de Sepúlveda sí lo hizo, aunque ayudado por cuarenta días de soledad, una habitación donde no pudiera mirar a nada ni a nadie y con la clara voluntad de beber hasta olvidarse de ese amor que le hacía tanto daño.
Los protagonistas de estos escritos, anulan por voluntad propia sus ojos y sus miradas por un amor que se cruzó en sus vidas y les produjo mucho sufrimiento.
También hay otros escritos, donde el amor vence todas las adversidades que el destino o la propia vida ha puesto en el camino de muchos hombres. Y aquí, en estas literaturas, el ojo del enamorado coge una especial relevancia y son capaces de trasmitir cosas tan bellas como lo que escribió Antonio Gala, cuando dice "La regla está en la mirada del amante, que transforma, así Midas, los defectos en oro". O esa frase archiconocida del dramaturgo, "Tristan Bernard', que dice: "El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada".
Gabriel García Márquez, también narra magistralmente en 'El amor en los tiempos del cólera', el poder de las miradas: "Esa mirada casual fue el origen de un cataclismo de amor que medio siglo después no había terminado".
Después de repasar lo que algunos autores románticos plasmaron en sus escritos, uno llega a la conclusión que en los ojos están todos los misterios del amor. Y más aún, si meditas lo que el dramaturgo John Fletcher, coetáneo de William Shakespeare, escribió: "El lenguaje del amor está en los ojos".
Y algo de cierto, hay en todo lo relatado. Una mujer puede ser muy hermosa, exótica y exuberante; puede trasmitir muchas bellezas, pero con lo que realmente te conquista, es con la mirada.