La otra historia de Elche

El Gran Teatro, las vedettes, algunos empresarios del calzado y los puticlubs

El Gran Teatro, quizá es uno de los edificios más entrañables de Elche, por su escenario han pasado los mejores artistas nacionales e internacionales. Construido a principios del siglo XX por el arquitecto valenciano Alfonso Garín. Fue inaugurado en 1920 con el nombre de Teatro Kursaal. Pero tiene otra historia que comienza en los años 60 y 70 del siglo pasado. Una historia oculta protagonizada por fabricantes de calzado y bailarinas de la Revista Musical Española.


"La Revista" se convirtió en un fenómeno popular que llenó el Gran Teatro y otras salas ilicitanas (Cine Alcázar y Cine Capitolio) durante años. A finales de la década de los 60, en el Gran Teatro, “Las alegres chicas de Colsada”, llegaban a Elche con las mejores revistas musicales. Espectáculos protagonizados, entre otras muchas, por una de las vedettes más afamadas de esa época como la ilicitana Bebé Palmer (en la fotografía), la artista a quien bautizaron como la Brigitte Bardot española por su belleza, y que acabó llamándose artísticamente Bebé Palmer; Bebé por las iniciales de Brigitte Bardot, y Palmer en honor a las palmeras de su ciudad natal. Bebé Palmer tenía su domicilio en Elche en la calle Aspe (muy cerca de las oficinas de Correos). La Supervedette, era también conocida por sus polémicas declaraciones a la prensa, en una de ellas aseguraba que quería ser torera y en otra y que “durmiendo, de aquí a Lima, soy mejor que Sara Montiel”, de la que afirmaba: “Me tiene tantos celos que prohíbe que actúe con ella”. Dicen las malas lenguas, que la vedette fue “amante” de un ministro de Franco, y terminó uniéndose sentimentalmente con un sacerdote. La artista participó en dos películas A la legión le gustan las mujeres... y a las mujeres, les gusta la legión (1976) e Hijos de papá (1980), también es madre de la cantante y aspirante a Eurovisión en diversos años Coral Segovia, la misma que ganó el Festival de Benidorm en 2005 con el tema “Maldito corazón”.

Otra artista de variedades afincada en Elche y que alcanzó una gran
popularidad en la edad dorada de la revista, fue Finita Rufete (Alicante, Las Carolinas - 1934), más tarde Finita Rufett. La Supervedette llegó a compartir cartel con los grandes de esa época: el cantante de flamenco y galán Pepe Mairena (terminaría casándose con él), Emilio el Moro y Luis Cuenca entre otros cantantes y cómicos de las empresas de espectáculos Iris,  la compañía de revistas José María Laso, La Gran Compañía de Comedias Musicales de Celia Gámez y Matías Colsada, el más importante empresario del género, que llegó a tener un buen número de compañías simultáneamente actuando por toda España. Finita Rufett anduvo durante nueve años en estas compañías y ya en los setenta, desligada de Colsada, formó su propia empresa de espectáculos musicales arrevistados, formando dúo con su marido, Pepe Mairena. Finita Rufett, falleció en 2010.

 

Después llegaron los espectáculos ambulantes como el Lido, el Teatro Argentino, Teatro Apolo y el Teatro Chino de Manolita Chen, que ofrecían programaciones distintas y cambiantes durante la estancia en Elche. Las actuaciones erótico-musicales que hicieron las delicias de los ilicitanos, eran arrevistadas, de variedades, donde predominaba el humor y el poco erotismo que permitía la censura de la época franquista. Más tarde en la segunda mitad de los años 70, las vedettes se subieron al carro del "Destape".  Las canciones `picaronas´ con doble intención ("Tengo un jardín en mi casa / que es la más de rebonito; / pero no hay quien me lo riegue / y lo tengo muy sequito" ) y las insinuaciones a los caballeros del patio de butacas protagonizadas por la primera vedette, era la tónica habitual. La protagonista del show siempre iba acompañada del cuerpo de bailarinas, conocidas como vicetiples o chicas de conjunto, estas mujeres con plumas, lentejuelas y ropa sexi, serán inherentes a cualquier espectáculo del género y no pasarían desapercibidas para algunos empresarios de Elche.

En busca de la chica de la Revista y las Barras Americanas

Pero la picaresca no sólo estaba en los escenarios, también entre bambalinas. Algunos fabricantes ilicitanos, atraídos por las muchachas del espectáculo pagaban a un tramoyista que trabajaba en el Gran Teatro, para que le organizaran citas con las bailarinas. “Mira a veure si una d'estes es deixa” (Mira a ver si una de éstas se deja), era la frase que siempre iba acompañada con una propina al empleado del teatro.

Así, determinados empresarios adinerados de Elche, pudieron ver satisfechas sus fantasías sexuales con las mujeres que figuraban en carteles y programas de mano. Otros sólo se limitaron, a su pesar, a una cena de lujo, unas cuantas copas y aligerar sus carteras, sin más roce que un beso fugaz en la mejilla y algún que otro arrumaco. Eso sí, después había que contar en el bar la hazaña (a su manera) a los amigos y a otros empresarios del calzado.

Antes de ser Mesón Los Extremeños, en este local había un prostíbulo conocido como Las Barcas

 

Los que no pudieron tener los favores de las señoritas del teatro, tenían que conformarse con las barras americanas de aquella época. Un local que se encontraba a pocos metros del Gran Teatro era “Las Barcas”, en la calle del Carmen, junto al

Ayuntamiento, donde años después estuvo el conocido Mesón Los Extremeños. En este, Puticlub, montado por un empresario venezolano, que también tenía una sala de baile en Guardamar, hubo más de una riña. En una de esas reyertas, un hombre hirió a otro con una navaja y la policía terminó por cerrar el local en los años 70.

Los asiduos clientes de Las Barcas, pasaron a frecuentar otro bar mítico de prostitución llamado “Los Gabrieles”, uno de los clubes nocturnos más veteranos de la ciudad. Abrió sus puertas en la primera mitad de los años 60 y todavía sigue activo. Los Gabrieles Club (como su cartel indica), ya en decadencia, se encuentra en la calle Capitán Gaspar Ortiz, a un tiro de piedra de la Gasolinera Mora. El antiguo dueño de Los Gabrieles, un tal Mario, un hombre de pocos escrúpulos, que tenía a su hija trabajando como prostituta en este local, abrió otro prostíbulo en la antigua discoteca La Gruta, junto al Cine Paz. Este último cerraría sus puertas ya bien entrados los años 90 del siglo pasado.

Interior del Club Los Gabrieles de Elche

 

Las “Barras Americanas”, como se les conocía a estos prostíbulos con barras forradas con skay y madera, luces rojas y vasos de tubo, comenzaron a proliferar por Elche entre finales de los años 60 y principios de los 70. Entre estos tugurios estaba Niágara junto a la oficina de Turismo del Parque Municipal, La Periquina en el Barrio del Raval o La Platanera en la carretera de Bacarot, fueron algunos de los buques insignia de los años 60,70 y 80 de la prostitución en Elche.